Las hojas cayeron accidentalmente del diario íntimo de Felipe, un adolescente de 14 años. Su papá, Marcelo, las levantó del piso y quedó paralizado. Su esposa, Pilar, se acercó a ver qué pasaba, y leyó lo que jamás hubiera imaginado. Eran dos cartas de despedida: Felipe tenía pensado suicidarse. Inmediatamente salieron de su departamento en Palermo y dispararon hacia una guardia. Allí comenzó un derrotero que muestra la otra cara de la moneda de la crisis de salud mental adolescente: en la Argentina, como en otros países del mundo, las instituciones y los profesionales especializados no dan abasto.
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